sábado, 25 de octubre de 2008

El cuervo


Alcé la vista y lo ví. Era de un color azabache brillante y misteriosamente oscuro. Todas sus plumas, su pico, sus patas y hasta sus ojos eran negros. Y por eso me gustaba. Pero sabía que en realidad no era un cuervo, que era un disfraz, y que Él estaba detrás de ese disfraz.
Fue dificil de averiguar, pero lo descubrí a tiempo.
Mas ese tiempo era poco.
Se abalanzó hacia mí a una velocidad irreal, el golpe fue rápido, insensible y letal.
Al instante estaba en el suelo, con la cabeza sangrando, a punto de morir bajo las sus patitas.
Qué mal lo había hecho.
En un rato ya estaba muerto.
Debía haberme dado cuenta antes y echar a correr.
Correr...
No. No habría dado tiempo a huir.
Huir...
Estaba claro, era mi momento de morir.
Morir...
Sí, ya era mi hora; en algún momento hay que caer.
Caer...
Caer por una espiral.
Al Infierno.
De vuelta a Él.
Otra vez.
Es...

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