domingo, 12 de septiembre de 2010

En otra dimensión

Hace mucho, mucho tiempo, en un lugar muy, muy lejano, en otra dimensión de este mismo mundo, donde existimos todos, donde vivimos otras vidas que solo en ocasiones soñamos en esta dimensión, ocurrió una historia que tan solo podía ser fruto de la invención de un loco. Esta historia la narraré aquí tal y como me la contaron, en un sueño en el que mantuve comunicación directa con esa alejada dimensión.
Era una bonita mañana soleada de aquel raro mes de septiembre. Hacía calor, más que el que había hecho nunca en esa dimensión en los últimos años. No se recordaba un verano así. Julio había sido mortal. Muchos habían muerto, la mayoría de ellos, ancianos. Otros habían sufrido al menos un desvanecimiento a causa del calor. Unos pocos habían sabido hacerse a las altas temperaturas, bebiendo agua en abundancia y escondiéndose del sol. Viviendo en las sombras. Saliendo durante la noche. Como animales nocturnos que salen a cazar a su presa. Pero ahora era por la mañana. Y ellos estaban dormidos.
Teresa quería disfrutar de esa mañana.
Laura también quería hacerlo.
Eran dos hermanas nacidas de distintas madres. Su padre, Luis, era médico. Había tenido a Teresa con su primera mujer. Murió en un triste accidente hacía 10 años, cuando Teresa era solo una niña. Pero ahora Teresa era mayor. Cumplía 18 años, se había convertido en una mujer adulta. No como su hermana.
Laura tenía 16 años, y envidiaba a su hermana. No tenía su belleza, como no la había tenido su madre. La madre de Laura, con quien estaba casado Luis, una madre que se ocupaba de su hija, y de la de su marido. Quería a Teresa como si ella la hubiera engendrado. La quería como a Laura, a ninguna quería más que a la otra. Y eso Laura no lo soportaba. Era su madre, no la de Teresa. Teresa era hija de otra madre, Teresa era la que triunfaba. La mayor. Y Laura se quedaba con los restos. La hija pequeña. La segunda. Sin la belleza de Teresa, sino más bien con la triste belleza de su madre. La segunda mujer de Luis no era muy guapa, pero tenía un sentido del humor muy agudo. Algo que de ella no había heredado Laura, pero que sí había aprendido Teresa.
Así que Teresa lo tenía todo, y Laura no tenía nada.
Teresa quería disfrutar de esa mañana.
Laura también.
Cada una a su manera.
Teresa iría al centro comercial, pues había quedado con unas amigas para ir de compras.
Laura, a falta de amigas, se las había arreglado para prepararle una sorpresita a su hermana. Una sorpresita malvada. Se había hartado de ella, y por fin iba a destruirla. Para siempre.

Esta historia continuaba en mi sueño cuando, de repente, me desperté. No sé qué pasó en esta historia, pero sé que es cierto que todo esto ocurría en una extraña dimensión a la que accedí soñando. Si quieres saber qué ocurrió, es fácil. Tan solo sueña.
Sueña y... disfruta de las historias de las dimensiones paralelas. En ellas, otras personas sueñan contigo.

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