lunes, 26 de octubre de 2009

Hacia la batalla

—No saldremos por la puerta. Saltaremos desde lo alto de la muralla y correremos directos hacia el campamento. Lo haremos como en los viejos tiempos, sin cascos que cubran nuestras cabezas ni corazas que cubran nuestros pechos, con nuestros cabellos ondeando al viento; atacaremos solo con nuestros escudos, nuestras hachas, nuestras espadas y nuestras lanzas. Coged unas cuerdas o unas tiras de cuero y atad el mango de vuestras armas a vuestras muñecas, de modo que todo aquel que caiga las conserve a su lado. —Dicho esto se quito la coraza y el casco y los arrojo a un lado.

—Si algún compañero es abatido antes de alcanzar el muro, olvidaos de él y seguid corriendo, gritando todo lo fuerte que podáis y riendo. Reíd para que entiendan que vais contentos a la batalla.

—Si alguno consigue alcanzar el muro, que trate de escalarlo y si lo logra que cargue con toda su ira contra todos los enemigos que encuentre en su camino; que en cada golpe concentre la fuerza de todos nosotros, la de todos nuestros muertos.

—Recordad que agonizar postrado en casa no es digno de un guerrero y que nuestros antepasados aconsejaban a sus ancianos que se dieran muerte ellos mismos. Morir en combate nos llevará a todos al estado placentero y eterno de la inmortalidad. Somos los elegidos de los dioses. Hoy mismo estaremos todos bebiendo cerveza y cantando canciones en el salón de Thorn.

El gareano observo a sus compañeros una ultima vez, poco mas de una treintena, hambrientos y vencidos pero orgullosos. Sonrió. Apretó fuerte el escudo con la izquierda, empuñó la espada con la derecha, la alzó y gritó. Luego saltó al otro lado de la muralla y corrió colina abajo hacia la muerte.

Kazike

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