miércoles, 21 de enero de 2009

Escribiendo


Escribo por escribir, por liberar mi alma y dejar de estar sumido en esta sociedad que es la nuestra y que es el mundo entero.
Escribo para dejarla volar, para que alcance todo la libertad, para que salga de mi cuerpo y, libre, vuele por la eternidad de las letras, de las palabras, de las frases y en definitiva, de la literatura escrita.

Dejo que mi mente fluya como un riachuelo en la sierra, permitiendo que las ideas salgan solas, que se transformen automáticamente en palabras y que mis manos, ya acostumbradas a teclear, pulsen la tecla correcta para cada letra, para cada sonido.

Es incesante el hecho de pensar pero muchas veces puede la mente bloquearse, dejar de utilizar palabras o imágenes para transmitir mensajes.
Y es en esos momentos de interrupción de la actividad cerebral, en ese instante en el que una neurona no hace sinapsis con otra, en el momento en el que no se produce electricidad cerebral, ese, es el momento perfecto para dejar volar al alma.

Las palabra son ideas, las personas son objetos... ¡Qué pesimista es la objetividad!
No sé qué pensar: si la realidad es subjetiva o si la objetividad es en cierto modo poco realista.
Ya sé que no tiene casi sentido, pero lo puedo explicar.
Todo tiene distintos puntos de vista.
Un terrorista, por ejemplo, puede ver a otro terrorista como un compañero y amigo o verlo como un rival odiado.
Del mismo modo, un ser humano o la realidad entera pueden ser vistos como realidades o como cosas que podrían ser reales o no serlo.
El problema en cuestión es que existe la duda.
La duda en el sentido de que no se tiene certeza de todo.
De que por que las matemáticas digan que dos más dos son cuatro no tiene por qué ser así.
Que dos más dos puede no ser cuatro, quién sabe.
A lo mejor en un futuro alguien descubre que puede ser así.

No sé, y ese es el problema: que tengo duda.
Duda de todo.
De hecho ni si quiera sé si estoy viviendo esto o si estoy siendo el sueño de un autista nacido en Groenlandia antes de la Primera Guerra Mundial.
Y no puedo estar seguro de eso, o de lo otro.
En parte porque tengo duda y en parte porque mi alma no está en mi cuerpo, sino que se desliza por los contornos de estas palabras que lees y que yo escribo no sé cuánto tiempo antes de que tú las leas.
Pero mi alma permanece en ellas.
Así que no sé qué hago aquí.

Bien, ahora toca volver a la realidad.
Ser un ser social no es fácil para un asocial como yo.
Pero es lo que hay.
Quiera o no.
Mala suerte.

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