jueves, 22 de octubre de 2009

Poesía

I
En las oscuras nieblas de lo eterno,
allá, en lo alto, más arriba,
donde no existe vida alguna,
donde lo físico se hace etéreo,
en la oscuridad más lejana,
en ese alto y desconocido abismo,
en lo más distante del firmamento,
donde se discuten las claves del destino,
en ese oscuro e incierto lugar,
allí, donde nada existe,
entre la nada y la soledad,
sin más que su propia compañía,
mi alma se esconde y pervive.

Grandes son las adversidades,
difíciles de esquivar,
por su altiva inmensidad;
pero mi alma se las ingenia
para poderlas evitar,
luchando contra dioses falsos,
gritando al oído a las ideas
que son erradas y equivocan,
engañando a los impíos,
aunque ellos sepan la verdad,
agarrando de los pelos sin piedad
a las falsas imitaciones,
que intentan ser crédulas.

Me niego a cambiar el lugar
de amparo del alma mía,
ya me costó llegar tan alto,
a la más apartada cima,
como para ahora, sin más,
dejarla caer en picado,
dejarla derrumbarse al fin...
No, no es lo que haré jamás,
no me desharé de mis locuras,
no me destruiré en la memoria,
no quiero ser solo un lamento,
viviré más grande que nunca,
yo seré como siempre el centro.

II
Y en esta fase de engrandecimiento
en la que ahora me encuentro
me dilato y me estiro, me deslizo,
tiendo hacia arriba, más alto,
exploto en una inmensidad,
formo parte del aire y el cielo,
ahora soy el dueño,
soy yo el que lo gobierna todo,
soy la eternidad de la creación,
porque ahora yo soy todo,
soy todo y soy tú, por ello;
y en ti me agarro al sufrimiento
y te duele que esté dentro.

Siente el dolor y la amargura,
siente mi desgarro en el pecho,
siente el verdadero sufrimiento,
sientelo, grita, llora...
pero no dejes de sufrir,
en eso se basa tu existencia ahora,
eres sinónimo de dolor,
ahora eres tú el que suplica
que cese la fuerza sobrehumana,
quieres que el dolor se agote,
o que llegue ya tu agotamiento,
pero no llegará nunca tu deseo,
pues eres fruto del sufrir eterno.

Y te lamentarás de haber nacido,
y odiarás tu propia existencia
en la que me encuentro,
dañándote por simple gusto,
por el placer que me produce tu lamento,
porque soy yo las fuerzas de lo oscuro
y hago contigo lo que quiero,
y me satisface tu herir maldito,
me escondo en el dolor interno,
soy yo cuando lanzas un grito
la fuerza que te impide hacerlo
y que hace que tu vida
sea odiada por tu propia mente.

III
Es el momento de tu muerte
el momento que menos ansío,
por eso te hago eterno,
para que siempre vivas
con ese dolor vacío.

Es la potencia de tus suspiros
lo que me apasiona,
tu dolor se resiste y se sostiene
en esa espiral amarga de ti
en la que te meces.

Y son los cientos de latidos
de ese corazón viejo
y nunca muerto, derretido,
con la esencia hecha un nudo
que se aprieta cada instante.

IV
No soy ya un alma ausente
que huye en el alto abismo,
no me escondo del fuego eterno,
no tengo miedo al frío,
ni le temo a los hambrientos,
fugaces, mordiscos del tiempo
que son la fuente de la locura,
que dan rabia, enloquecimiento,
ni a las fauces de las ideas,
ni a los oscuros sentimientos,
ni al tenue florecer de la aurora,
ni al destino, ni al silencio,
pues sé que nada de eso es cierto.

Me descubro como propio,
me convenzo de mi ser,
soy yo mismo, sin cambios nunca,
nada debo ya temer;
no voy a perder mi puesto,
no voy a olvidar mi guión,
seré el que siempre he sido
y en mí existirá la verdad,
pues soy real,
soy cierto,
yo existo y no lo demás,
el que manda en mí soy yo
y el que siempre lo hará.

Las nieblas se deshacen lentamente
en un imperceptible amanecer
y los rayos del sol, sin luz,
enseñan su rojo florecer,
como los pájaros al vuelo,
atravesando el oscuro cielo,
hiriéndolo de muerte,
dándole color, vida propia,
ofreciéndole una oportunidad,
y el cielo se siente libre de nuevo,
mi alma se libera ya,
pues ha muerto la oscuridad
y mi alma ha bajado del cielo.

ED-BS

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