Está apoyada en su soporte, como esperando que la utilice. La luz de la lámpara de mi cuarto se refleja en el brillo de su negra pintura. Su forma, estilizada; sus colores, una buena combinación del negro y el crema. El tacto, liso, perfecto para deslizar la mano izquierda por el mástil. Su olor, el de la madera barnizada. Su sabor, el metálico de sus seis cuerdas o el de sus frías clavijas de hierro. Su sonido... las mágicas melodías de los riffs, punteos o ritmos con acordes que puedo crear con ella.
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