martes, 25 de noviembre de 2008

Buscando


Ya se había acabado. No había nada más. No existía la vuelta atrás, el camino a casa se había cortado y ese vínculo que los unía se había roto.
Ella no quería. Él no importaba. Pero el destino lo había hecho así. Y cada día de su vida él se preguntará por qué ella se tuvo que marchar. Pero no hallará respuestas, porque no existen respuestas, porque no hay motivos. Y ella...
Ella le echará de menos, ella le odiará con todo su amor por haber permitido que se fuera, por haberla dejado marchar.
Pero ya no se podía hacer nada. Y él se seguía preguntando, ella la seguía odiando, y todavía lo hace, pues no sabe por qué la dejó ir.
Y se buscan, se estan buscando el uno al otro, pero no se ven.
No se ven.
Y nunca se
verán.
En el paseo de los tristes
hay un alma que
llora en las noches de San Juan.
La Luna insiste
en afirmar que pena por amor,
que es fruto de una maldición.
La Alhambra recuerda que allí l
es contemplaba sonreír,
y al alba se amaban,
Granada se ruborizaba al ver su amor.
Fueron muriendo así los días pero algo ocurrió,
la religión los separó.
Ella era hija de un cristiano
y él de un musulmán,
La inquisición lo ejecutó.
El Albaicín se estremeció,
y con su sueño ella murió.
Y ahora se buscan
cada uno en su propio cielo y no se ven.
¿Dónde estás? Mi amor, ¿dónde estás?
Sin ti no puedo morir.
Sin ti vagaré.
Y desde entonces le acompaña
una estrella que
desde el cielo cuida de él.
Si crees en Dios, crees en Alá,
sé tolerante y menos rezar.
Y acepta el credo
y la sexualidad del que no es igual.
Es mejor dejarte marchar.
Señor, ¿dónde está mi amor?, devuélvemela.
Señor, ¿dónde está?
Señor, ¿dónde está?
¡¡¡Señor!!!

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