domingo, 12 de octubre de 2008

Miedo


Estaba tan asustada que no sabía qué hacer. Había llegado a esa absurda situación sin haberlo pensado siquiera. Era una chica normal, nunca se hubiera imaginado a sí misma haciendo algo así.
Se había levantado esa mañana como si fuera un día de colegio, a las siete, aunque era sábado. No se dió cuenta hasta que llegó al colegio y vio la puerta cerrada. Qué estúpida había sido, pensó. Nada más llegar se percató de que ni siquiera se había llevado la mochila. Y ahí estaba ella, en la puerta del colegio, un sábado, a las ocho de la mañana, sin nada que hacer. Así que decidió deambular por la zona. No había mucha gente en la calle, sólo algunos ancianos y algunos empresarios con prisa.
Caminó por las calles en dirección a ningún sitio, perdida en las calles de Madrid, pues había llegado a una zona que no conocía. Vio una boca de metro, allí, a lo lejos, y decidió entrar. Esa línea no le dejaba cerca de su casa, por lo que buscó en el mapa. Tenía que hacer tres trasbordos. Bueno, si algo le faltaba, no era tiempo. Se compró un billete sencillo, de un viaje, y entró en el andén. No había nadie y la pantallita marcaba que el siguiente tren llegaría en siete minutos. Se sentó en un banco a esperar. ¡Qué estúpida había sido levantándose a las siete!
Bostezó. Tenía sueño. Se preguntó por qué se había levantado tan temprano. pensando que tenía que ir al colegio. Estaba ensimismada en sus pensamientos por lo que no se dio cuenta de que sus piernas se levantaros y empezaron a llevarla hacia la vía del tren. En unos instantes llegaría el metro. Y justo antes de que el metro llegara a donde ella se encontraba, sus piernas reaccionaron saltando a la vía. El tren pasó sobre su cuerpo partiéndolo en dos por la cadera. Un millón de pensamientos pasaron por su cabeza mientras su cuerpo derramó toda su sangre. Fue menos de un segundo. Murió al instante.
Se sentía ligera, muy ligera, pero frágil, débil y sin fuerzas. Miró a su alrededor. Todo era blanco. ¿Estaría en el Cielo? No. No podía ser. Y mucho menos eso era el Infierno. Sólo sabía que estaba muerta. Se miró las manos. Eran sus manos, las de siempre, pero eran semitransparentes. Era un fantasma, un alma. Pero seguía sin saber donde estaba. De repente oyó algo. Se dió la vuelta y vio a un joven de su edad, en el mismo estado que ella. Y, no supo por qué, le abrazó. Y en ese abrazo se sundieron sus almas. No le conocía de nada, eso era muy raro, pero lo hizo.
Y en esa siyuación se encontraba cuando notó que él lloraba.
-¿Qué te pasa? -preguntó, conmovida.
-¿No lo sabes?... Estamos... -paró un momento para dejar de llorar- ...muertos. Hemos llegado hasta aquí y no sé donde coño estamos. Y vienes tú y me abrazas... Nadie me había abrazado en la vida... pero ya no estoy vivo... -y siguió llorando.
Ella se sintió rara. En un momentó pensó que los ojos de ese chaval le miraron. Y tuvo miedo. Un miedo, un terror le inundó el alma, todo lo que era ella. Esos ojos...
No pudo dejar de mirarlos, pero cuanto más lo hacía más miedo le daban. Y se sintió mal, muy mal. Sintió que no debía haber abrazado a ese chico, que no era un chico normal. Era el mismo Diablo, en forma de alma. Y ahora la tenía atrapada. Y haría con ella lo que quisiera. Esos ojos... Los ojos del Diablo. ¡Qué miedo tenía...! Pero ya no podía hacer nada, era demasiado tarde...

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