jueves, 14 de mayo de 2009

Libre

Me despisto y dejo de ser yo por un momento. Y ese momento se eterniza. Dejo mi cuerpo. Me voy. Vuelo por las calles, sobre la gente, sobre los coches, sobre los edificios... y me siento bien. Por una vez soy libre.
Soy libre porque me he liberado de mí mismo. He dejado de ser yo, al fín. Y ahora, desprendido ya de todos los males, soy felíz, soy libre y soy eterno.
No sabes cuánto tiempo he esperado este momento. Pero sé que sólo es un sueño y que pronto sonará el despertador, y que tendré que volver a hacer y tener mi vida de siempre. Y no digo que esté mal, que no, es que prefiero la inmortalidad.
Aprovecho este momento de libretad... Fluyo como una pluma en el viento y no tengo miedo porque no hay ningún peligro. Ni siquiera me puedo chocar, atravieso todos los objetos materiales.
Llego a casa, veo a mi familia, están todos contentos, pero no estoy yo. Es que no existo, nunca he existido; no saben de mi existencia y por ello no lloran mi falta.
Me alejo lentamente y me percato de que eso sería lo mejor. Pero no es más que un maldito sueño, y hay algo que es cierto: los sueños nunca se hacen realidad.

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