martes, 13 de enero de 2009

La leyenda de Jonny Hair


La leyenda de Jonny Hair en realidad no existe. No existe aún, pero el proceso de comienzo de existencia está próximo. Lo que quiero decir es que nunca he oído hablar de ninguna leyenda que se llame de Jonny Hair pero que en este preciso instante comienza su elaboración y, por lo tanto, su existencia.

Jonny Hair era un pequeño ciudadano, un niño, para ser más realista, de la ciudad de KromtenKainesToilen. (El motivo de que el nombre sea tan largo es la poca probabilidad de que ese nombre exista en la realidad). Era un niño felíz. Vivía en una pequeña casa de hierro, como el resto de sus amigos, con sus padres y una mascota especial: una libélula. Iba siempre a todos los lugares a los que acudía con una gran sonrisa en la cara, una sonrisa que aumentaba de tamaño según la cantidad de sonrisas que iba viendo a lo largo de cada uno de los días en los que su vida iba dejando un hilo y un rastro que todos pensaban benévolo.
Una de las cosas que mejor hacía era hacer reír. Podía lograr tanto que ancianos como los niños más llorones puieran estallar a carcajadas. Y eso era un gran inconveniente.
El gobierno que llevaba ya unos diez años con el poder de la ciudad era un gobierno cruel, un gobierno en el que existía una mínima cantidad de riqueza acumulada en enormes cantidades y una enorme cantidad de pobreza distribuida a lo largo y ancho de la ciudad, y casi el país entero.
Ese gobierno atroz y malvado había prohibido las risas por ley. A quien riera siendo visto por uno de los miles de vigilantes que se habían distribuido por toda KromtenKainesToilen se le cortaría la cabeza. Y eso para el pequeño Jonny era muy malo.

Una mañana Jonny acudió a la escuela como el resto de los días y con todos sus compañeros. Lo que ocurrió ese día es el motivo de que esta leyenda exista.
Fue algo extraño, aunque nadie se había dado cuenta, pero el caso es que Jonny ese día, desde esa mañana, desde la hora en la que se despertó, no había sonreído. Su cara había cambiado para siempre. Ya nunca más volvió a verse una sonrisa en ella, nunca, nunca más.
Nadie supo entonces el motivo y aún nadie lo sabe ahora, pero el caso es que ese día, al ver que Jonny no sonreía, el resto de la gente que le conocía (que era la mayor parte de la ciudad, especialmente los pobres a los que él alegraba el día cada día de sus vidas, hasta entonces), todos ellos, intentaron animarle y hacerle reír. Eso no era delito, el delito era reír, por lo que no perderían nada ellos, desde su mente egoísta, si conseguían hacerle reír como él lo hacía, de buenas maneras, todos los días a ellos.

Uno de los ancianos más sabios de la ciudad, de quien ya no se recuerda ni el nombre, fue el primero que intentó hacerle reír. El resultado fue pasivo. Otros más lo intentaron, tanto adultos como niños y ancianos, tanto mujeres como hombres, pero nadié consiguió que volviera a reír.
Entonces llegó un filósofo bastante joven (tendría unos veinte años) y formuló una serie de preguntas a los ciudadanos acerca de el pequeño Jonny Hair. Ellos contestaron cortésmente. El filósofo, tras meditar un rato las respuestas que habían acertado a darle los ciudadanos comentó en voz alta con el fin de que todos le oyeran:
-El pequeño Jonny está atrapado, por eso no puede volver a sonreir.
-¿Atrapado? -preguntaron un par de ancianos que había en cerca del filósofo.-¿A qué te refieres?
-Quiero decir que está atrapado en el tiempo. Que aunque nosotros lo veamos aquí, aunque su cuerpo permanezca en este mundo, su alma se ha ido a otra dimensión temporal -cayó un instante para que los ciudadanos recibieran esas palabras.- Creo que Jonny Hair está en el futuro. Y que muestra su humor según cómo será en el futuro. Y verle así, sin una sonrisa en la cara solo puede significar una cosa: que el futuro para KromtenKainesToilen no va a ser bueno.
Los ciudadanos no creyeron nada de lo que el filósofo decía. Le gritaron, llamándole mentiroso, embustero, traidor y más insultos y acabaron por degollarlo y cocinar la cena general de esa noche en su sangre.

El filósofo, ya muerto, acudió a la dimensión en la que, efectivamente, Jonny Hair se encontraba (aunque su cuerpo aún permanecía en KromtenKainesToilen) y le contó lo sucedido. Al enterarse, el pequeño Jonny regresó a la ciudad, a su propio cuerpo, pero no volvió a sonreir. Reaccionó de forma normal hasta bien entrada la noche, cuando todos se disponían a cenar la comida que habían cocinado en la sangre del filósofo. Dió un grito estrepitoso, un grito inhumano que hizo que todos los presentes se cayaran y le mirasen. Jonny Hair habló.
-El filósofo al que habéis matado me ha contado lo que hicísteis y pagaréis por ello. Desde ahora permaneceréis atrapados en el tiempo hasta el fin de los días. Todos los días serán hoy. Todas las mañanas os levantareis con la ilusión de verme sonreir; todas las tardes me intentareis animar; todas las tardes vendrá el filósofo, a quien todas las tardes matareis; y todas las tardes volveré yo para contaros esto que os estoy contando ahora. Será una maldición por haber querido que incumpliera la ley. Yo siempre sonreía, pero nunca me reía. Y aunque siempre os hacía reír, nunca yo incumplí la ley.

Desde aquél día todos los días fueron ese. Desde entonces vivieron atrapados en el tiempo para siempre. Esta es la leyenda de Jonny Hair. Así es como se hace una leyenda.

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