lunes, 23 de febrero de 2009

La mejor forma de morir

Fue en un pueblo lejano y perdido, una noche oscura y fría de invierno. Todos habían quedado en la plaza principal para concluir la faena. Lo habían elegido por mayoría absoluta, sólo una de las chicas se había negado a hacerlo, pero al final se había convencido a sí misma de que era la mejor solución, aunque, sí que es cierto, no era la única.
La Luna les observava con delicadeza, envolviéndolos en un manto suave, casi transparente de luces destelleantes. Las hojas de los árboles que quedaban por los suelos se deslizaban produciendo un sonido que ponía la piel de gallina. Un gato les vigilaba desde lo alto de un tejado.
Y entonces decidieron hacerlo. Caminaron a paso decidido y con un poco de temor en las piernas. Era posible que todo acabara mal, pero era mejor no imaginarselo. Los compañeros caminaron aprisa y se acercaban cada vez más a su destino, pero al parecer, cada paso que daban, menos ganas de terminar tenían. No era quizás la mejor de sus ideas.
Decidieron no hacerlo. 
Dieron la vuelta.
Fueron todos juntos a la casa de una de ellas, cuyos padres estaban de viaje, y pusieron una película porno.
Se montaron una orgía en la que todos disfrutaron de lo lindo.
Pero al final no cumplieron su promesa.
A la mañana siguiente se les encontró a todos desnudos, muertos, en el momento de pleno éxtasis. Habían fallecido. Pero esa es la mejor forma de morir. Morir entre amigos, morir con amor y haciendo amor. Morir en una orgía.
Yo nunca presencié esa orgía. No vinieron a buscarme. No cumplieron su promesa. No me rescataron y se lo montaron ellos solos. 
Mala suerte. Ellos ahora están muertos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario