domingo, 31 de mayo de 2009

El ático


-Está aquí. Puedo olerlo.
Los tres se encontraban en el ático de aquella casa en la cual siempre se les habí prohibido entrar. Había rumores, mitos, antiguas historias que contaban que estaba encantada. Pero ¿quién en su sano juicio se iba a creer esa falacia?
Jimmy, Alexa y Ben habían decidido ir a buscar la Estrella de la Sabiduría. Y el olfato de Ben nunca fallaba. No era olfato, era intución. Y les había llevado hasta allí, hasta el ático de ese edificio en ruinas.
Habían subido las escaleras, no sin dificultad, pues los escalones eran muy viejos y estabas desusados y llenos de bacterias y líquenes.
Pero ya estaban arriba, frente a la puerta del apartamento del ático. Y el olfato de Ben nunca fallaba. Alexa llevaba consigo la linterna, Jimmy la "Magnum" del calibre 22.
Ben, que iba el primero, intentó abrir la puerta de un golpe con el hombro, pero la cerradura aún no se había podrido y el metal seguía en su buen estado. Jimmy dio un paso adelante.
-Echaos a un lado -dijo, mientras cargaba la pistola.
El disparo retumbó la estancia, el eco hulló por el hueco de la escalera, como despavorido.
Se hizo un agujero en la puerta, de un golpe pudieron entrar. El olor que les llegó era insoportable. Alexa, que fue la primera en entrar dio la vuelta y se tapó la nariz con la camiseta.
-¿Qué mierda es esta? -preguntó Ben, que se había echado atrás con la cara pálida-. Creo que voy a vomitar.
-Yo estoy constipado, tampoco lo huelo tanto. Creo que voy a entrar. Pero antes dime cómo es exactamente la estrella- comentó Jimmy.
Alexa le miró con una mirada de miedo. Le cedió la linterna con un gesto y Jimmy la cogió con una mano mientras seguía mirando a Ben esperando una respuesta.
-Es... Es una estrella de cinco puntas hueca y rodeada de un círculo doble. El problema es que no sabemos las dimensiones que tiene.
Alexa se había recostado en la pared y comenzó a toser.
-Joder, no puedo respirar...
Ben se asomó al hueco de la escalera y vomitó. El olor se intensificó.
-Vale, voy a entrar -dijo Jimmy-. Deseadme suerte.
-Suerte -dijeron Alexa y Ben al mismo tiempo.
Jimmy dirigió la luz de la linterna a la puerta abierta. Con un par de pasos ya estuvo dentro. Pero todo estaba más oscuro que en el pasillo. Esperó un par de minutos hasta que su vista se acostumbró a la oscuridad. Oyó cómo Alexa le decía algo a Ben, pero no supo qué. No importaba, ahora sólo tenía que encontrar la estrella.
Cuando ya se acostumbró a la oscuridad miró hacia la derecha. Vio un mueble grande, como una mesa alargada, pero no muy alta, le llegaba a la altura de las rodillas. Se acercó y lo tocó con la mano que no tenía ocupada. Era madera barnizada, lisa y hueca. Alumbró con la linterna y pudo ver una inscripción.
Rob Stevenson
Tu familia nunca te olvidará
R.I.P.
Era una tumba. Jimmy se echó hacia atrás de glpe y chocó contra algo que había en el suelo cayéndose cuan largo era. Se hizo un corte en la mano y perdió el conocimiento.
-Eh, Jimmy, ¿estás bien?
Era la voz de Alexa.
-Voy a entrar.
Alexa entró y se dirigió hacia la izquierda, el lado contrario al que había ido Jimmy. Anduvo demasiado, pero sin chocar contra nada, pegada a la pared. De pronto sus manos tocaron algo, era como de cristal, frío, pero no podía verlo. 
-¡Jimmy! -gritó.
Nadie respondió. Volvió a intentarlo, pero en vano.
-Joder... ¿Qué cojones es est...? ¡Aaaaaaaggggghhhh!
-Alexa, ¿estás bien? ¿Qué te ha pasado? -gritó Ben desde fuera.
No hubo tampoco respuesta. Ben entró. Fué por el centro, sin encontrar ningún obstáculo en su camino. No se veía nada. La linterna se habría roto al caer con Jimmy. De pronto Ben pudo distinguir algo al fondo del apartamento. Un poco de luz, muy tenue, azulada, pero era algo. Se dirigió hacia allí.
Caminó lentamente, directo hacia el pequeño punto de luz.
-Alexa... Jimmy... ¿Dónde estais?
No respondieron. Ben siguió hacia delante. Sus pies hacían que la madera del suelo se quejara de dolor con pequeños ruiditos.
Ñiiic, Ñiiic. Cuaj, Cuaj.
Sólo era el suelo. Pero dio un paso más y no sonó. Y su pié se deslizó un poco hacia delante. En el suelo había algo. No sabía qué, pero algo mojaba el suelo. El olor era insoportablemente fuerte. Se agachó y tocó el suelo. Era húmedo, pero sustancioso.
Sangre.
Se irguió de nuevo y volvió a mirar hacia delante. Parecía que la luz se había intensificado. Ya estaba cerca.
Anduvo un poco más y llegó hasta una mesa de escritorio. La tocó con ambas manos. Justo en el centro de la mesa había una estrella hueca, invertida, y con un doble círculo alrededor. Y brillaba...
-¡Eh, chicos! ¡La he encontrado!
Acercó sus dedos y...
-¡Aaaaaaggggghhhh!
Su piel se endureció para siempre.
Y su corazón no volvió a latir.

jueves, 28 de mayo de 2009

La marca

-No me digas que no te advertí.
La mirada de Alvin volvió a dirigirse hacia el suelo.
Estaban en el apartamento de Julian, en en norte de Maine. Julian sostenía en su mano una pistola pequeña, pesada, una pistola que había guardado siempre en el fondo del cajón de su mesilla de noche y que pensaba que nunca necesitaría. Alvin, con su mirada caída y la piel blanca por el miedo estaba sentado a su lado, en el suelo.
Había sido capaz de hacer esa barbaridad y ahora Julian le miraba con la pistola en la mano.
-Te advertí de que no lo hicieras. Te dije qué era lo que iba a pasar.
-¿Y qué quieres que haga ahora? -su voz sonaba áspera y dolorida-. Ya no puedo hacer nada, Jul, estoy muerto. ¿Lo entiendes? Muerto.
Julian miró la pistola con la que jugueteaba. Era una buena pistola, de bajo calibre, pero de buena calidad. Sabía qué era lo que pasaba, pero intentaba ayudar a su amigo por cualquier método.
-¿Sabes qué, Al? Somos amigos desde que ibamos al colegio y siempre me has ayudado cuando lo he necesitado. Ahora quiero que me dejes que te ayude yo a ti.
Alvin le miró con ojos llorosos. No quería que Julian se jugara la vida por él.
-No, Jul. Esto es cosa mía. No te metas. Hazlo por tu mujer y por tu hija.
Julian sonrió. Recordó de pronto a su hija. Denisse era a quien más quería en el mundo. Había sido un parto dificil y su madre casi muere en el proceso. Pero no. Ahora vivían todos en un chalet a las afueras de Maine y en verano organizaban barbacoas en el jardín de detrás de la casa. Su mujer, Mary, ya no era como había sido en su juventud. Julian y Mary se conocieron en una fiesta de un amigo común y empezaron a salir. Una noche ella se quedó embarazada y se casaron. Y entonces nació Denisse, a quien tanto querían.
Alvin se levantó apoyándose en la pared y se dirigió a la cocina.
-¿Una cerveza?
-No, gracias. Ya sabes que tengo mal el hígado desde lo de aquella noche.
Alvin no respondió. Volvió a sentarse donde había estado antes, al lado de Julian y abrió la lata. Se quedó pensando en todo lo que le había pasado. Lo del incendio, lo del accidente, la muerte de Jenny, la marca... Y ahora lo había echado todo a perder.
-Al, ¿podrías contarme otra vez cómo lo hiciste? Ya sé que te dije que no lo hicieras y de todas formas pasaste de mi. Pero no me importa, era por tu bien.
-No creo que sea buena idea...
-¿El qué?
-Contarte lo que pasó.
-¿Por qué?
-¿Realmente quieres que te lo cuente?
-Si.
-Vale, pero te va a parecer horrible.
-Seré capaz de soportarlo.
-Está bien. Deja que me aclare las ideas. Sí, te lo contaré. Me vendrá bien para ajustarme el cinturón y darme cuenta de las consecuencias de mis actos. Ayer me disponía a salir del trabajo, después de haber estado solo en la oficina y cuando ya no quedaba nadie en el edificio, cuando de repente empezó a sonar la alarma de incendios. Estaba todavía en mi despacho, trabajando con el ordenador y actualizando unos datos importantes y pensé que sería un pequeño escape y nada grave.
>>Seguí con los datos en el ordenador pero no podía concentrarme porque el sonido de la alarma era demasiado estridente. De repente se me apagó la pantalla del ordenador. Joder, pensé. No se habían guardado los datos. Mi jefe me iba a matar. Me levanté de golpe. Cogí la americana y abrí la puerta del despacho, listo para irme a casa. Ya había olvidado el ruido de la alarma. Hasta que al salir la oí con más intensidad. El agua que salía por los dispensadores de emergencia del techo me empezó a mojar y salí de allí corriendo. Era de noche. Cuando llegué a la calle estaba agotado. Pero me daba igual. No debía ser para tanto. Llegué a donde había aparcado el coche. Miré de nuevo al edificio de mi empresa. Lo vi tal y como era y en un instante escuché una explosión y todo se hizo fuego. Entré en el coche y salí de allí a toda velocidad. Iba por la autopista. Estaba estresado y giré mal. Me metí por el carril contrario y choqué lateralmente contra un coche. Yo no me hice nada. Maté a una familia al completo. El padre, su mujer y sus hijos de 6 y 3 años.
>>Seguí el camino, hullendo de todo, con el coche destrozado. Llegué a casa y lo que menos quería era hablar con alguien. Y ahí estaba mi mujer. Y discutimos. Salió a la calle, o más bien la eché de casa. No quería que me molestaran y ella fue lo único que hizo. Pero justo cuando ella cruzaba la calle atravesó un camión... y la atropelló. Murió allí mismo. Y no tuve las agallas de salir a por ella, a ver su cadáver, a llorar su muerte.
>>Entré en el baño. Me desnudé y me miré al espejo. Mi cara estaba pálida, desdibujada, diferente. Había una pequeña mancha, como una marca, en la frente. Una D. Una letra D. No sabía qué significaba. Después de dormir te llamé por teléfono. Viniste y ya sabes el resto.
-Ya... Pero todavía me pregunto una cosa: ¿qué crees que significa la marca de tu frente?

sábado, 23 de mayo de 2009

El terror, el miedo...


Hablemos del miedo. Primero prdríamos decir que es un sentimiento universal, algo que tenemos todos los seres humanos. Incluso podríamos ir más allá y decir sin errar que también está presente en los animales. El miedo como lo conocemos todos es lo que nos hace sentir ese cierto regustillo, es como si en el fondo nos gustara sentir el miedo.
El miedo, el terror... la muerte. La muerte no es más que otro de nuestros miedos. Pero tememos por nuestra muerte y la de nuestros seres queridos. La muerte en sí nos gusta. Es curioso que todas las noticias que dicen por la tele sean tan... macabras. "Una mujer ha sido arrollada por un tren cuando cayó a la vía del Metro. Los testigos afirman que se cayó sola sin que nadie la empujara". "Se ha conocido un nuevo caso en el que un hombre de veintitrés años cayó a la trituradora de plásticos del vertedero cuando uno de sus compañeros se equivocó al activar una palanca. Su cuerpo ha sido totalmente destrozado". "Noticia de última hora: un policía de la DGT ha fallecido esta madrugada y otro ha resultado herido de gravedad cuando por causas desconocidas el helicóptero en el que viajaban mientras hacían una revisión rutinaria de las carreteras. El helicóptero cayó sobre un vehículo en el que viajaba una familia y de los cuales no ha sobrevivido nadie". Y muchas más noticias como éstas podríamos contar. Y nos gustan, en el fondo, porque no somos nosotros los que morimos.
Tenemos miedo a la muerte, pero es algo que siempre nos acompaña. Es un instinto, es innato, es incontenible y no se puede evitar. El miedo a la muerte y el miedo en general es bueno. Por eso me gusta leer novelas de terror. Y el escritor de novelas de terror nos cuenta sus miedos. Poe, con su "El gato negro" o "El pozo y el péndulo", Stephen King con sus cortos relatos de "El Umbral de la Noche" o sus novelas "Cell" o "El misterio de Salem's Lot".
Y esto se puede basar también en el cine. No voy a nombrar películas porque me pasaría horas enteras escribiendo. Sólo diré que si hay tantas novelas y tantas películas de terror será por algo. Nos gusta el miedo. Nos gusta pasar miedo. 

miércoles, 20 de mayo de 2009

Soneto 6

En un lugar oscuro y siniestro,
en un oscuro lugar perdido
entre la maleza y el río,
alejado del mar está esto.

No sé a qué me refiero
pero hablo de ello como
si lo conociera todo,
como si lo supiera entero.

Escribo sobre algo inexistente,
algo que no existe y no está,
pero que es y ha sido siempre.

Escribo pero no me importa
y sigo con este soneto
que es lo que escribo ahora.

ED-BS

domingo, 17 de mayo de 2009

Al revés

No sé que hago aquí, todo es raro, está al revés.
Me he despertado con esa sensación. Quizá sólo sea porque he despertado con los pies en la almohada, al revés de como duermo normalmente. Pero el día ha continuado raro.
Todo me parece que está al revés de como debería.
Es difícil de expresar aunque lo que parece es que todos han acordado en hacerlo todo de otra manera y que al único al que no han avisado es a mí.
Me extraña cómo ha sido lo que llevo de día.
Es más, no pensé que escribiría hoy, porque los domingos a estas horas no es cuando suelo escribir.
Pero no importa, si todo es al revés, me haré al cambio.
Debo decir que es complicado para mí hacer esta clase de cambios. Soy una persona de esas que lo tienen todo calculado y hacen siempre cada cosa en su momento, pero hoy no es posible.
Hoy todo es diferente, el mundo está patas arriba.
No entiendo nada, es absurdo que todo lo que digo es exáctamente lo contrario a la realidad. Pero además es cierto. 
Diga lo que diga no es verdad. Si digo una cosa, pues no. Porque resulta que es 
lo contrario.
Si pienso que voy a hacer una cosa, acabo haciendo una totalmente distinta, algo que no hago nunca.
Y soy muy milimetrado. Lo hago todo a su tiempo, pero hoy no.
Hoy el mundo está al revés. Por lo menos seguimos estando en mayo y no es invierno.
Sea lo que sea lo que ha ocurrido hoy espero que mañana todo vuelva a la normalidad.
Porque no puedo adaptarme al cambio.
No puedo.
No sé.

jueves, 14 de mayo de 2009

Libre

Me despisto y dejo de ser yo por un momento. Y ese momento se eterniza. Dejo mi cuerpo. Me voy. Vuelo por las calles, sobre la gente, sobre los coches, sobre los edificios... y me siento bien. Por una vez soy libre.
Soy libre porque me he liberado de mí mismo. He dejado de ser yo, al fín. Y ahora, desprendido ya de todos los males, soy felíz, soy libre y soy eterno.
No sabes cuánto tiempo he esperado este momento. Pero sé que sólo es un sueño y que pronto sonará el despertador, y que tendré que volver a hacer y tener mi vida de siempre. Y no digo que esté mal, que no, es que prefiero la inmortalidad.
Aprovecho este momento de libretad... Fluyo como una pluma en el viento y no tengo miedo porque no hay ningún peligro. Ni siquiera me puedo chocar, atravieso todos los objetos materiales.
Llego a casa, veo a mi familia, están todos contentos, pero no estoy yo. Es que no existo, nunca he existido; no saben de mi existencia y por ello no lloran mi falta.
Me alejo lentamente y me percato de que eso sería lo mejor. Pero no es más que un maldito sueño, y hay algo que es cierto: los sueños nunca se hacen realidad.

domingo, 10 de mayo de 2009

Soneto 5


Mis ojos se olvidan de que escucharon
ese canto que salió de tu boca,
que todavía mi corazón toca.
Mis ojos hace siglos se olvidaron.
.
Mis oídos recuerdan que observaron
visiones que a mi mente vuelven loca
pero el olvido en ellas desemboca
y no recuerdan aquello que miraron.
.
Quiero volver a ver tu dulce voz,
pues en sueños la recuerdo y me olvido
y la intento recordar y no puedo.
.
Quiero volver a oír tu tez veloz,
pues en sueños no la veo y la pido
pero el olvido me recuerda al miedo.
.
.
ED-BS

martes, 5 de mayo de 2009

Encarcelado

A veces intentaba pensar que todo esto era una pesadilla y que nada me estaba pasando en realidad, que pronto despertaría y que nada de esto habría pasado. Pero me he convencido de la realidad. Estoy atrapado. No puedo salir.
En este tiempo he dedicado parte de mi esfuerzo a pensar. Me he convencido de que no merece la pena pensar en esta situación tan desesperante que es la de estar encerrado y saber que no puedo salir que aquí.
Porque lo sé. Nunca saldré de aquí. Y pronto dejarán de darme de comer, porque ya no me necesitarán, y me dejarán solo, encerrado en esta maldita habitación sin salida, sin ningún tipo de alimento. Y ellos huirán los más lejos que puedan, a otra ciudad, a otro país, a un lejano continente.
Pero ya no importa, ya no tengo escapatoria. No podré salir nunca de aquí. Pero no es importante ya. Ya no. No hago más que repetirmelo y cada vez me convenzo más de que esta prisión será mi final. No hay escapatoria. No hay más opciones. Es lo que me ha tocado.
El tiempo sigue pasando igual que al principio, lento, muy despacio, pero ya lo sé invertir. He pedido este papel y este lápiz para poder escribir esto, un texto que es sólo para mí ya que nunca me encontrarán en esta celda inmunda y pequeña en el sótano de cualquier lugar. 
Escribir me tranquiliza, me ayuda a pensar y a poner cada cosa en su sitio dentro de mi mente. Es una actividad muy poco habitual en mí, pero me reconforta. Sólo pensar que no voy a salir de aquí me obliga a reflexionar. Es una necesidad.
El intento de escapar ha sido vano todas las veces que lo he probado. No es posible salir de aquí; hay que asumirlo. Si me han elegido a mí para secuestrarme, pues vale, mala suerte, porque nadie va a pagar nada para rescatarme. Ni me importa, la verdad.
Estos pensamientos me hacen pensar en la muerte, pero ya no tengo miedo a morir. De algo hay que morir, ¿no? Todos mueren. Todos morimos.
Es increible lo mucho que puede uno reflexionar en una celda como ésta con un papel y un lápiz. Me alegro de estar escribiendo esto pero se me acaba la hoja de papel. Ya no me cabe más que una sola frase. Tengo que enpequeñecer la letra. De todas formas, no tengo mucho más que escribir.