lunes, 14 de junio de 2010

Esto es el amor: tú

Esta bella noche de cielo estrellado

sobre el mar la luna brilla encendida,

todo me recuerda a ti, pues eres vida,

o tal vez la vida me haya hipnotizado.


Estrellas que brillan allá en lo alto,

sonreíd y soñad, pues habéis vencido.

Esta batalla en la que habéis nacido,

la batalla del amor, un nuevo salto.


Antes de que el sol salga de madrugada,

mi mente seguirá pensando su nombre,

oyendo su voz, mágica como la nada.


Risas de mujer que me hacen más hombre:

tú eres y serás por siempre mi amada,

última, perfecta, me haces súper-hombre.


ED-BS

martes, 8 de junio de 2010

Hacer ejercicio

Una mañana de abril de aquel año, habiéndome levantado temprano como era mi costumbre, y después de haberme desayunado un buen café y unas buenas tostadas, decidí salir a hacer un poco de ejercicio. Para ello, me vestí unos pequeños pantalones deportivos, mis zapatillas deportivas y una vieja camiseta que encontré en el armario. Estando ya preparado, a eso de las nueve de la mañana, salí a correr.
Era una mañana brillante, el cielo estaba por completo azul y el sol ya había salido del todo, por lo que su calor era apacible, pero no insoportable. Una suave brisa acompañaba mi camino. El piar de los pájaros me abría paso entre los caminos del monte. Me gustaba correr por allí, entre los pinos y los abetos, entre matorrales y arbustos, pues ciertamente, odiaba la ciudad.
Recorrí todo el ancho camino que llega hasta el final de la explanada, donde se encuentran los postes de alta tensión, y decidí descansar por allí, pues había recorrido ya un buen trecho y estaba cansado después de más de tres cuartos de hora corriendo sin parar.
Debió ser cosa del destino el hecho de que me apoyara en uno de los postes de alta tensión sin darme cuenta, para descansar un poco. Sin embargo, el hecho es que, cuando me apoyé, noté un calambrazo tenso, inerte, eléctrico, frío... y me quedé allí para siempre.
Me encontró un par de días después un chico que paseaba con su perro por aquél lugar. Una pena para él, pues fue, verdaderamente, un auténtico susto el que se llevó al verme rígido como una rama, pero muerto como una piedra.
Este es el relato de mi muerte, y he decidido contarlo porque, aunque no era de esperar, me aburro estando muerto, sin poder hacer ejercicio.