viernes, 18 de diciembre de 2009

Destino

Ella miró a lo alto. Eran las doce y media de la noche y el frío helaba la sangre.
Un minuto.
Los segundos pasaban, pero nada parecía alterar su expresión.
El cielo amenazaba tormenta. Una tormenta nocturna, invernal.
Un cuervo graznó a lo lejos.
Los animales se dan cuenta de todo antes que los humanos. Es curioso saber este tipo de cosas y no ponerlas en práctica.
Otro minuto.
Un descenso, una caída. Ella no parecía enterarse de nada, todo le daba igual ya.
¿Acaso había algo que podía importarle?
Todo había salido mal. Ya no había escapatoria.
¿Son los sueños algún tipo de aviso preventivo?
Ahora ella pensaba que sí. Ahora todo perdía el sentido, las agujas del reloj parecían girar en dirección opuesta. Todo había cambiado, y ya no había vuelta atrás.
Una gran nube gris cubría la luna. Un cielo oscuro que cubría como un manto aquella fría noche.
Un suspiro.
Desvió la mirada hacia adelante, como hacen algunos animales cuando se percatan del peligro.
Nada.
Una sola lágrima se deslizaba sobre la piel de su cara. Un retal de tiempos pasados. Pero todo había que olvidarlo.
Pum, pum. Pum, pum.
Latidos del propio corazón. Ella bajó la cabeza. No podía seguir mirando al frente, la lástima le nublaba la vista.
¿Cómo había pasado?
No. No era posible.
A veces la realidad es mucho más triste de lo que parece. A veces nada tiene sentido.
Otro minuto más. Parecía que la noche iba a ponerse a llorar.
La luna estaba oculta, la oscuridad hacía acto de presencia invitándola a la desesperación. Pero ella no iba a perder la calma. Solo debía esperar.
Era cuestión de tiempo, como todo. Todo es cuestión de tiempo.
El viento hacía bailar a las hojas en el suelo, una música demencial animaba a la locura.
Todo era en vano.
Ya nada podía cambiar.
Somos restos de algo antiguo, algo que ya no existe, pero que nos atrapa.
El destino.
Él nos guía.
Una triste sonrisa se formó en su rostro.
¿Destino?

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