lunes, 28 de diciembre de 2009

Fragmento de Doce de diciembre

Habían pasado ya más de dos minutos de la medianoche y Luis todavía no se daba cuenta de que algo en el cementerio había cambiado. Una de las tumbas cercanas despedía un halo de una leve luz azulada. Al lado de esta tumba se erguía una estatua que representaba la figura de un ángel. Sus facciones de mujer, las bellas alas sobre su espalda, replegadas, la figura eterna de un ángel mujer... todo ello la convertía en una imagen real que más parecía sacada de un sueño que haber sido esculpida en la imperfección de la piedra. Y es que a veces la realidad es más mágica que los sueños, a veces el arte es imagen pura de los deseos. La luz se intensificó y pasó a ser de una intensidad que no pudo pasar desapercibida ante los ojos de Luis.

¿Qué es eso?, se preguntó mientras se daba la vuelta. Todavía tenía la rosa en su mano y la agarró con fuerza, haciéndose pequeñas heridas con las espinas. Y sintió que ese era un dulce dolor, que en el fondo se puede saborear el sufrimiento. Algunas pequeñas gotas de sangre se deslizaban sobre su mano y caían en la inmensidad de la nieve dibujando figuras irreales.

Se acercó a la tumba que destilaba esa brillante luz y no pudo evitar en reparar en la figura del ángel. Ese ángel mujer que parecía sacado de un sueño, que no podía pertenecer a tu mundo. Miró la estatua fijándose en cada uno de los más cuidadosos detalles. No, no podía pertenecer a ese mundo. Pertenecía de veras al mundo de los sueños.

El cielo estaba lleno de estrellas y la luna llena seguía en lo alto, gobernándolo todo con su luz, añadiendo a las figuras otra dimensión, cambiando la realidad. Los colores se desteñían en negros destellos de luz plateada, las formas se contorneaban como girando sobre sí mismas por el efecto de la luz sobre ellos, creando figuras irreales y haciendo de la atmósfera un lugar fantástico y fantasmagórico. En el fondo Luis sentía que estaba viviendo ese sueño, que nada de lo que ocurría era real y que en cualquier momento se despertaría en su cama, en su habitación, cobijado bajo el techo de su casa, sabiendo que nada de esto estaba pasando. Pero no había nada más lejos de la realidad que creer que era un sueño. Aunque todo tuviera ese aura de ensueño, aunque la figura del ángel mujer, la intensa luz que emitía la tumba, las formas mezcladas con esa luz extraña que otorgaba la luna dieran la sensación de estar viviendo un sueño, nada de aquello era aparente, todo era de una realidad extrema. A veces las cosas no son lo que parecen, a veces los sueños se hacen tan reales que llegas a pensar que realmente lo has vivido; otras, la realidad es la que parece estar sacada de un sueño y piensas que realmente no es cierto.

Aquella luz se había intensificado notablemente e iluminaba vivamente la estatua de piedra, como si le otorgara vida. Luis miró la cara de aquella ángel mujer y por un momento sintió que estaba realmente viva. Y en esa mirada hubo algo que le aterrorizó. Tuvo miedo, un miedo increíble, ajeno a él, un miedo que no podía soportar. Se dio la vuelta y echó a correr.

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